domingo, 25 de abril de 2010

La improvisación Venezolana,fortaleza o debilidad?

by Rafael Osío Cabrices -Todo en Domingo.

Ahora, con el tema creciente de la emigración, se ha hecho más común, pero tiene tiempo circulando.Al menos mi generación lo ha oído siempre: es ese discurso que se enorgullece de la capacidad que supuestamente tenemos los venezolanos para la improvisación. Según eso, podemos adaptarnos a cualquier sitio porque estamos acostumbrados a trabajar "con las uñas"; tenemos una suerte de talento natural para "resolver" un problema y seguir adelante; somos un pueblo ingenioso, inventivo, que sigue el consejo de Simón Rodríguez de inventar o errar. Tenemos para la adversidad la misma "chispa" que nos caracteriza para el humor o la fiesta.

Me voy a atrever aquí a poner ese mito en duda.

Es verdad que unos cuantos de nosotros son rápidos para entender un problema y encontrar una solución. Pero eso no quiere decir que sea una habilidad exportable o de calidad internacional. Y por otro lado, me temo que es más lo que esconde que lo que enaltece.

Esconde, por ejemplo, la abundante cultura del cartelito de "no hay despacho" con un sobre Manila, la omnipresencia de la cinta plástica, la rama clavada en la alcantarilla abierta para advertir a los conductores. Tenemos un país cubierto de papelitos con mensajes entrecomillados, de puentes "provisionales" que duran décadas, de desvíos viales. Tenemos una abigarrada geografía de la improvisación, una verdadera conspiración de hábitos, objetos y despilfarros que puede que haga quedar muy bien a sus responsables, pero que tiende con lamentable frecuencia a prorrogar, o a descartar para siempre, a la solución definitiva.

La improvisación no basta para salir adelante. Es una habilidad valiosa, pero resulta estéril y hasta contraproducente si implica como pasa mucho entre nosotros que reemplazará a la planificación.

La astucia no es lo mismo que el conocimiento, el voluntarismo poco reflexivo no es lo mismo que el análisis inteligente, y la táctica no es lo mismo que la estrategia. De solución provisional en solución provisional, lo que hacemos es correr la arruga (una expresión de las muchas que tenemos para esta realidad, como "pañito caliente", "pegado con saliva de loro" y unas cuantas que revelan lo sólida que es esta cultura de lo precario).

Mientras seamos esclavos de lo contingente, no podemos conseguir lo duradero. El presente no es una adivinanza con la que divertirnos sino el material con el que construir el futuro. Y construir significa poner cimientos que duren, que resistan temblores e inundaciones, que aguanten el uso por décadas o siglos. Citamos demasiado al personaje de Ibsen Martínez, Eudomar Santos, y su "como vaya viniendo vamos viendo". Distintas serían las cosas si pudiéramos decir que lo que viene es lo que hemos visto, porque hemos planificado que así sea. Distinto fuera todo si no estuviéramos comenzando de cero todo el tiempo y eligiendo mandatarios que cada mañana tienen una idea histórica que nunca llega a nada.

Está bien ser rápidos de vez en cuando, pero hay que bajar la velocidad para hacer las cosas verdaderamente bien. Si nos enorgulleciéramos menos de saber improvisar y nos preocupáramos más por entender la realidad como es y hacer lo que hay que hacer para mejorarla, tal vez nunca hubiéramos caído en este berenjenal del que ahora no hallamos cómo salir.

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